La salida fácil

La estrategia estaba bien pensada. Aquellos que en aquel momento se sentaban alrededor de la mesa ya habían decidido la manera y el lugar... pero faltaba algo muy importante: el motivo.
Nadie se atrevía a reconocer que lo que iban a hacer estaba premeditado. Ninguno de ellos era capaz de levantar su mirada lo suficiente como para distinguir el rostro humillado de los que le acompañaban. El silencio se hacía fuerte, tanto que era fácil distinguir el sonido de los cigarrillos mientras se quemaban, abandonados en los ceniceros. Chasquidos de paja ardiendo, gotas de sudor que brillaban bajo la luz ténue de la lámpara de aceite.
Los que alli se enfrentaban eran caracteres muy distintos unos de otros, nunca jamás habían coincidido antes, o al menos así lo creian.
Esta vez algo les había obligado a sentarse alli, el mismo día, el mismo lugar, la misma razón.
Había que tomar una decisión, o se hacía todo lo pactado, o no se hacía nada en absoluto. Lo más dificil estaba ya claro, ya teniamos la víctima. Una meticulosamente elegida de entre los más débiles, eso aseguraría el éxito.
Aunque la respiración se entrecortaba ya había encontrado el motivo, y debía decirselo a los demás.
"Esta vez lo voy a hacer por mi...", pensé.
Sin levantar la mirada comencé a pronunciar esas palabras que recorrían mi cabeza...
- Esta vez... -
¿Eco?, ¿cómo puede haber eco?. Todos habían comenzado a hablar al mismo tiempo.
- ...lo voy a hacer... -
El mareo era insoportable, las paredes no paraban de girar a mi alrededor mientras los rostros se iban apagando.
- ...por mi -
Derrepente había otra vez silencio. Y nadie más que yo.

Triste. Me había autoconvencido de que lo que iba a hacer era lo correcto, ya no me importaban las consecuencias. No fue el orgullo, ni tampoco la razón.
La soledad me había obligado a buscar refugio en un lugar prohibido, ahora debía abandonarlo, obligado.

No era justo para ella, fui un egosita. Creo que he perdido una amiga.